LA HUELGA DE LOS DESCARGADORES DE LA SAL DE VIGO (1797-1799)
La población absoluta de la villa de Vigo conoce un importante crecimiento en la segunda mitad del XVIII; se pasa de de 2580hbts. recogidos en el vecindario de 1760 alas 3.434 almas del Censo de Floridablanca de 1787. A pesar de este saldo, Vigo mantiene una estructura demográfica tradicional: su aparente rejuvenecimiento es debido a la fuerte mortálidad de los grupos adultos, la bajisima tasa de masculinidad (69%) denota una precoz emigración femenina a la urbe con destino al servicio doméstico, y una tasa de reemplazo de 1,7 es insuficiente para asegurar el relevo generacional. Al mismo tiempo la marcha del crecimiento vegetativo es francamente regresiva, sobre todo en el período de 1764-95, alcanzando incluso valores peligrosos. Así pues, la causa del crecimiento demográfico se encuentra en el flujo migratorio de jóvenes varones que se ven atraídos por las posibilidades de trabajo en el mundo urbano, tal como lo demuestra el incremento del celibato definitivo masculino y lo corroboran los testimonios de la época.
El Catastro de Ensenada (1753) se hace eco de una estructura socio-profesional con claro predominio de marineros y de artesanos, seguidos a distancia por los labradores y gentes vinculadas a los distintos ramos de la administración municipal, de rentas, etc, mientras que los privilegiados; la hidalguía rentista, el clero de la colegiata y los mercaderes de “grosura”, representan un porcentaje muy pequeño que contrasta con su elevada capacidad económica. La composición numérica de los gremios del “estado de la tierra” en que se articulaba el tejido vigués en 1734 y 1768, aunque intuimos que no muy precisa, viene a confirmar el protagonismo del artesanado y el escaso peso de los trabajadores de la tierra. El resumen estadístico elaborado por el concejo para el Censo de Floridablanca (1787) aunque contiene alguna cifra aberrante, ya consigna un grupo de 18 comerciantes, número que desborda al de las estadísticas anteriores.
En el setecientos Vigo siempre contó con un grupo de mercaderes de “grosura”, si bien se desconoce hacia que sectores orientaban sus actividades. El Vecindario de Calle-Hita (1728) y la relación nominal de 1732 recogen a varios comerciantes asturianos (Los Toyos, Maiores, Méndez y el castellano Linares) con residencia, temporal o con sucursales, en la villa; los cónsules de naciones extranjeras (Portugal, Francia, Inglaterra y Holanda) revelan la vitalidad del tráfico marítimo. El Catastro de Ensenada (1753), consigna en Vigo 6 tiendas de “paños de alguna seda, baietas, semptiternas, lienzos, especies y otras mercadurías” regentadas por Linares, Menéndez Villar, de La Riega, Labusta, D. Marcos Rodríguez y D. Manuel López Bárcena, todos ellos con utilidades superiores a los 5.000 rs. Un recuento vecinal de miembros del “estado de la tierra” ejecutado 1767, completado con un inexacto, las rentas de la tierra están infravaloradas, pero orientativo padrón de ingresos tres años anterior, testimonian la aparición de los primeros catalanes: Marcó del Pont y D. José Caminada, así como ponen de relieve su acomodado estatus económico; D. Mateo Linares era el segundo hombre más rico de Vigo, después del Marqués de Valladares, y Marcó del Pont se situaba ya en quinto lugar.
Hacia 1776-78 había ya en la ría de Vigo siete “fomentadores de la pesca”, todos, excepto el francés Tournelle, de estirpe catalana, llevando el más antiguo, Pedro Cursi, establecido aquí desde hacia 16 años. Tanto el expediente del empréstito de 1811 como la lista contributiva del año 12, ponen de manifiesto el aumento del número y de la riqueza que habían adquirido los comerciantes y fomentadores de la pesca; Marcó del Pont es el vecino más acaudalado de Vigo con gran diferencia, seguido de la Viuda de López, D. Pedro Abeleira, etc, al tiempo que la nobleza titulada, caso del Marqués de Valladares o el Barón de Casa-Goda, quedaban en un segundo plano; junto a éstos, encontramos también “casas abiertas que hacen su giro en esta villa en salazón y vinos” aunque con domicilio en otra localidad, como las firmas Roig, Jofre o Escofet. Estos burgueses, sobre todo los mejor situados, diversificaban su actividad económica; armadores al corso, traficantes con Indias, al amparo del decreto liberalizador de 1778, compradores de bienes rústicos… y transformación de la pesca mediante factorias salazoneras ubicadas en el barrio extramuros de O Areal o en otros puntos dela ria de Vigo.
La penetración de los catalanes tendrá importantísimas consecuencias para la pesca gallega, si bien ya desde 1740 estaba en marcha una progresiva diferenciación en el seno de los matriculados de marina derivada de la propiedad de los barcos y de las artes de pesca, de manera que una cuarta parte de ellos se había encumbrado, copando los cargos de los gremios y la representación municipal del común. Los fomentadores catalanes introdujeron la técnica salazonera del prensado, que por tener un coste de producción más bajo, permitía conservar el producto más tiempo y gracias a ello destinar la producción al mercado mediterráneo de Valencia o Cataluña, necesitado de alimentos a bajo coste para consumo de los obreros fabriles. Por otro lado, impusieron nuevas técnicas pesqueras, muy superiores a las autóctonas; el palangre y la xávega, cuyas capturas aumentaban en 3,1 veces las obtenidas con la tradicional traiña; como consecuencia, y conjugado con la pérdida desde 1773 del secular mercado portugués, los marineros que trabajaban a la parte o quiñón en función de lo que aportase, labor, redes, barco, ahora se convierten en jornaleros que cobran por tiempo trabajado, dependientes en todo de los salarios monopolísticos que imponían los catalanes.
Esta expansión de la industria salazonera trajo consigo un considerable aumento en el consumo de la sal, producto básico para su conservación y venta en el Levante. En el área viguesa, de las 8.400 fanegas beneficiadas en 1775 un 39% correspondía a los siete fomentadores ya citados, mientras que en el bienio de 1790-91 el alfolí de Vigo-Cangas satisfacía una demanda de 30.000 f., lo que le colocaba a la cabeza de los de Galicia, muy lejos del séptimo puesto de 1734, por debajo de Redondela. La receptoría de la sal viguesa, era pues, un buen negocio.
La única fuente que da noticia del conflicto que en 1797-99 enfrentó a los descargadores de la sal con el administrador del alfolí de Vigo es un expediente promovido por los representantes vecinales de la jurisdicción de Bouzas ante la autoridad local para eximirse de concurrir al desembarco del producto estancado. A pesar de que nos transmite una visión indirecta del hecho histórico, no hay duda de que en él se recogen los elementos básicos del conflicto; cronología, motivaciones, protagonistas y actitud de cada parte implicada. Veamos, entonces, como sucedieron los acontecimientos para seguidamente abordar su análisis.
El 22 de marzo de 1797, el regidor decano de Vigo, el hidalgo D. Sebastián Antonio de Arze, enviaba un oficio al juez-alcalde de Bouzas, a la sazón D. Ramón Antonio Costas y Prado, comunicándole que a instancia del administrador de la sal, el ldo. D. Francisco Xavier Vázquez Varela, se requería enviase a la mañana siguiente 10 hombres robustos de la jurisdicción, al Fragoso le tocaban otros 20, por el tiempo que fuese necesario hasta completar la descarga de la sal de un transporte anclado en la bahía. Junto con una velada amenaza “…le digo que no bay Remedio sino Cumplir, porque terno muy malas resultas sino se cumple.” se indicaba el apremio del Ministro de la Sal D. José de Ayerde quien se presentara en la villa con orden superior y facultades sobre las justicias para verificar la operación, el perjuicio que esto suponía a la Real Hacienda y lo peligroso que resultaba la espera en estos tiempos de guerra. En vista de que no se obtenía ningún resultado, el día 1. de Marzo el regidor vigués despachaba a dos soldados con la misión de ejecutar sus órdenes por la fuerza.
Así las cosas, a comienzos de ese mes los procuradores generales de las cuatro parroquias rurales de Bouzas (Coia, Coruxo, Beade y Bembrive), asesorados por el ldo. Rodríguez, solicitaban a la justicia de su distrito que abriese un expediente contradictorio para ampararlos en su derecho y posesión inmemorial y apelar, si fuese necesario, a las altas instancias judiciales gallegas:
“…, en el Caso de continuarse recurrir para ante Su Exa. los Sres. del Rl. Tribunal de este Reyno, el Rl. auxilio de la fuerza y Correspondiente Querella contra los perturbantes… “
Los representantes vecinales exponían el problema en estos términos:
“Jamas se nos ha ynquietado, ni perturbado en el uso y posesión de la Libertad y exempción que siempre se nos ha guardado de concurrir a las descargas de Sal que se hacen en el Puerto de la Villa de Vigo, y su condución a los alfolíes de ella; para lo que se han valido Siempre Sus Recetores de la gente menestral y escabicberos que a dicha Villa, Sus Playas y Riveras continuamente concurren, dedicados a este exercicio personal, en que ocupados y fletados a Jornales convencionales Sacan Creidos Yntereses, que les atrahen a estas fatigas y modos de ganar la Vida abandonando los labores del Campo, y grangeo de Biñas, por no vincular en ellas las mismas utilidades y tener por mas llevaderos, menos penosos y más ventajosos aquéllos, aunque no fixos y sí eventuales trabajos; en que se miran empleados quasi todos los Vezinos de la fra. de Lavadores, así hombres como mugeres, aprovechando los cargamentos y fletes que se les presentan, y tienen alerta sin perderlas de vista ahún entretenidos en la recolección del estiércol que arroja la Mar, y otros despojos y desperdicios de la escama y maga del pescado con que fertilizan las tierras, y de que sacan muy amenas cosechas.”
“Desde tiempo inmemorial lo practicaban los mozos de Cordel o los llamados escabicberos de la Fra. de Sta. Cristina de Labadores, cuios vezinos todos, o la maior parte, se ocupan en el exercicio de sacar pescado de la mar, transportar las cargas de los Navíos a los almacenes de los comerciantes y mercaderes y hacer los más labores de igual clase y gerarquía, y por corsiguiente también hacían dhas. descargas de Sal, pero como discordasen con el Receptor sobre su Jornal, queriendo éste pagarles a los precios antiguos, que no les llegaba apenas para pan, y se amotinasen y levantasen aquéllos de concurrir al citado labor…”
En ésta y otras representaciones posteriores, cada una firmada por abogado distinto, se hace hincapié en que se trata de una nueva gabela y servidumbre que se les quiere imponer, yendo contra sus más arraigados privilegios:
“…inquietándoles y perturbandoles por esta vía en la ynmemorial y antiquíssima posesión en que se hallan de no Contribuir, ni ayudar para dicha Villa y su Jurisdición o Partido mas que únicamente con una corta porción de Carruages y Vagajes Sin que Jamás lo hiciesen ni se les obligase a concurrir a las descargas de Sal tanto en los tiempos de Guerra como en los de Paz por ser de quenta este particular del Receptor y no de la Rl. hacienda, con cuios yntereses se quieren mezclar y confundir aquellos”.
La autoridad boucense, quizás dejándose llevar por las presiones, condescendió en la ejecución del apremio por via militar y los vecinos se vieron obligados a concurrir a las descargas, por lo que el día 24 los procuradores generales presentan un nuevo escrito, insistiendo en lo argumentado anteriormente. Tras un paréntesis, con motivo de reconocer los papeles del difunto escribano José López Varela, en junio el nuevo juez-alcalde de Bouzas, D. Cayetano Parada Pérez de Limia, a pesar de sus vinculaciones con el receptor vigués Vázquez Varela, da la razón a sus domiciliarios e impulsa la marcha del expediente. Sin embargo, el conflicto debió de entrar en un impás ya que el auto asesorado no se incorporó al expediente hasta marzo de 1798. En el mes de mayo, no sabemos si motivado por un nuevo conflicto o simplemente por continuar la acción judicial, parece lo más verosímil, los procuradores de los pueblos elevan una nueva protesta, si bien ahora matizan más el problema económico que subyace en el fondo:
“…, y nosotros a pretexto de ser un servicio real, y para remedio de apremios y para librarnos de vejaciones obedecimos dichas órdenes mandando algunos domiciliarios, pero el que un día iba, no quería ni quiere bolver otro, porque no se le paga más que a dos rs. y medio, siendo así que a los jornaleros se les paga en sus Pueblos a seis rs. u a quatro y de comer; y ni así aún se encuentran para cultibar las tierras por estar los años tan calamitosos y todos los frutos caros; en tal extremo que un ferrado de maís no se halla menos de veinte y dos rs. y el de trigo a veinte y seis, y a veinte y ocho; de modo que los dos rs. y medio que el Recqptor de la Sal paga a cada labrador que asiste a dichas descargas no les llega para pan en metad del día, extra de obligarlos a meter al agua para hacer la descarga, que es otra circunstancia que exigía maior jornal, haciendo con igual modo de proceder que las Familias de los concurrentes perescan de hambre, o que tornen el Partido de emigrar para Reynos extraños”. Cuando ya todo, aunque en realidad inconcluso, parecia haberse solventado, el 6 de marzo del año 99, el juez-alcalde de Vigo, ahora el forastero D. Manuel Morales, vuelve a ordenar la recluta obligatoria de los 10 hombres “de brazos fuertes” (4 de Beade, 5 de Bembrive y 1 de Coia, Coruxo no se incluye en esta leva), a lo que otra vez, a los pocos días, se opondrán los representantes de las parroquias boucenses con dos nuevos escritos. Al tiempo, D. Cayetano Parada remite los autos al ldo. tudense D. Manuel González para que dictamine conforme a derecho; éste ordena que en un plazo máximo de tres días, ante su reiterado silencio, el juez de Vigo exponga la causa y razón por la que pide a esta jurisdicción la tercera parte de los hombres, si tiene “alguna orden particular superior” para introducir tal novedad, y que la exhiba, y los motivos por los que no quieren concurrir los jornaleros de Lavadores y su habilitación para ejecutar el comparto, haciéndole único responsable de los atrasos y perjuicios que acaezcan; este auto no podía ser más conveniente a los intereses de los boucenses. Entregado al juez de Vigo el día 16, éste en vista de la falta de concurrencia de los braceros e ignorando el dictamen anterior, el 20 dirige otro oficio a D. Cayetano Parada, señalándose su responsabilidad en los trastornos que pueda causar a la Rl. Hacienda, a la vez que le señala cómo puede obtener auxilio militar.
En esta especie de guerra de sordos, vuelven a la carga una vez más los vecinos, con los argumentos de sobra conocidos, y siguiendo el curso judicial obtienen una sentencia definitiva del asesor D. Manuel González, por cierto, designado de oficio por Parada Pérez de Limia, con fecha de 23 de junio que recoge todas sus aspiraciones:
“…devía de manutener, como mantiene, y ampara a los sobredichos y más naturales de esta Jurisón. en la quieta y pacifica posesión de livertad en que se allan de no concurrir a las Descargas de sal a la villa y puerto de Vigo, en cuia posesión ninguna persona les inquiete, ni perturbe vajo la multa de cinquenta ducados, y mas providencias que aia lugar; y para que esto se tenga presente a lo último se ponga de ello razón feehaciente en el Aiuntamiento de esta dicha Villa, y para que no se alegue también ignorancia de esta determinación por el juez de Vigo, y más a quien toque su observancia y cumplimiento…”
Después de haber ganado esta batalla legal, y tras las últimas diligencias, que se prolongan hasta el 7 de septiembre, aparentemente quedó cerrado para siempre el conflicto con los de Bouzas, si bien esto no quiere decir que los jornaleros de O Fragoso no hayan recurrido en más ocasiones a la huelga en la descarga de la sal.
Que estamos en una época, debido a determinadas circunstancias que pesan negativamente, de incremento de la conflictividad, no cabe la menor duda. Buena prueba de ello son las diferencias con motivo del transporte en carros con que los paisanos debían de contribuir al rey. Es muy significativo que coincidan con la huelga de los descargadores de la sal en la cronología, incluso el mismo mes, parte de los protagonistas; el tratarse de una gabela, esta vez legítima, y ser una causa económica, de retribuciones, la que mueve ambos conflictos.
En junio de 1797 los procuradores generales de Beade, Bembrive, Coruxo v Coia , exponían ante el Intendente de Galicia que estaban obligados a contribuir con los acarretos de trigo, leña, pan, aceite y “equipajes” para la tropa desde el puerto de Vigo a la factoria de O Porriño y los cuarteles de Tui, a veces también a Baiona y Redondela, todo “camino costanero, repechoso y muy malo de transitar”, y porque los Factores y Asentistas de Víveres y Utensilios de Vigo: D. Lorenzo Llorente, etc; les molestaban “por sus fines particulares” y no les pagaban los precios del país como estaba regulado, consiguieron en 1779 que sólo se les requiriese en caso de urgencia y que peritos de ambas partes dictasen la cantidad a pagar por cada legua. Sin embargo ahora:
“… por ser esto tan continuado y casi diariamente con motivo de las actuales circunstancias de la guerra, y en que a cada paso se les está molestando, sin pagarles los precios corrientes, y aun hacerles cargar lo que devía hir en tres carros, en dos, y por ello ser preciso buscar el pobre carretero una Hiunta de Bueies para aiudar a llevar la carga del carro y después de pagarle a su Dueño ninguna cosa le queda libre de echos sus gastos”
Así, aunque se les promete darles algo más, una vez que entregan la mercancía en O Porriño “no hay mas arbitrio que el de callar”. Todo ello lo consideran injusto, por lo que solicitarán que sólo se les obligue a transportar los “vagajes” en caso de urgencia, que las justicias locales no condesciendan con factores y asentistas ni despachen órdenes “sin ynformarse primero de la necesidad”, que se obligue también a los carreteros de las jurisdicciones de O Porriño, San Antuiño, Zamáns y Valladares y, sobre todo, que se fije un nuevo precio por medio de peritos para regularlos ya que desde el año 79 “subieron más que la metad todas las cosas y con particularidad los ganados, Fierro, maderas y Jornnles, corno es público y notorio”.
En marzo de 1799 los mismos representantes vecinales reclamarán al regidor vigués D. Buenaventura Marcó que les satisfaga las cantidades que les corresponden por haber transportado en agosto del año anterior desde Vigo a Redondela la plata que trajeron desde las Indias para las arcas reales el navío “San Caietano” y la fragata española “Ntra. Sra. de la Paz”, a los que se temía atacasen los enemigos ingleses; la demora por el libramiento del pago contrasta con la solvencia económica de Marcó del Pont, quizás el burgués más rico de Vigo. Finalmente, aunque no se trate de un conflicto sino de un ajuste interno, cabe señalar que en agosto los vecinos de Coia debido a la frecuencia, por proximidad, con que se les requería y por ser pocos los que disponían de carro y bueyes, y éstos, junto con la escasez de frutos, verse “agobiados y afligidos”, además cobraban por tercio de año, acordarán a regular cada viaje a Baiona y O Porriño en 20 rs. y a Tui en 30 rs., y más cuando llevan tabaco a As Neves y A Franqueira, y que esas cantidades se paguen por comparto entre todos los vecinos, como se hacía con otras gabelas e impuestos.
Volviendo al tema principal, tres son las circunstancias o factores que convergen en la huelga de los descargadores de la sal de 1797-99; a saber: la existencia de un marco protoindustrial y de un colectivo de jornaleros que se aplican en las labores del proceso de salaz6n, el desarrollarse dentro de una dura etapa de recesión en la coyuntura económica finisecular y más en concreto bajo los efectos de sendas crisis de subsistencias, y por último, también el talante de quien en aquellos momentos ocupaba la administracián de los alfolíes, el singular hombre de leyes y futuro héroe de la reconquista antinapoleónica D. Francisco Xavier Yázquez Varela.
Cuando contextualizamos socioeconómicamente el conflicto, ya señalamos el impulso que los fomentadores catalanes habían dado a la industria de la salazón de pescado y la pareja conversión del “quiñón” o parte de los marineros por un jornal según el tiempo trabajado. Poco es lo que sabemos acerca de estos trabajadores; la descripción más completa, pero muy sumaria todavia, debida al médico Taboada y Leal, aunque datada en 1840, parece también válida para los comienzos de ese siglo:
“Los vecinos de las otras parroquias del mismo valle y los que habitan en los lugares más distantes de la mar se ocupan esclusivamente en la labranza. Pero aun entre ellos hay muchos que concurren a esta playa, (Arenal y Ribera) y se emplean en varios ejercicios y operaciones lucrativas. Estos paisanos son comúnmente los mas robustos y de mediana edad, a los que se conoce en el país con el nombre de escabecheros. Durante la cosecha y salazón de sardina, que suele durar de 6 a 8 meses, se ocupan sólo en las fábricas de este radio sobre unos 250 hombres y a lo menos unas 490 mujeres, sin contar los toneleros y algunos otros auxiliares.
Estas 700 u 800 personas en aquella temporada están dedicadas esclusivarnente a las faenas interiores de la salazón y demás trabajos de las fabricas, las que necesitan y emplean también unos 1.200 marineros para las lanchas y aparejos de los geitos o artes de la pesca. Fuera del tiempo de la cosecha continúan bajando diariamente a este puerto unos 720 escabecheros; y de éstos los mas se ejercitan en la carga y descarga de los efectos que traen los buques; en el embarque de las barricas o cascos de sardina y pipas de grasa que se extraen; y en la conducción de la sal que se lleva desde los alfolíes para las fábricas, en la de cajas, fardos y demás servicios del comercio y particulares de la población: algunos se dedican a romper leña; otros se ocupan en limpiar los almacenes de las fábricas de sardina; y muchos en recoger los desperdicios del pescado, las plantas marinas que arroja la mar y los varios cuerpos o materias a propósito para formar sus estercoleros”
A partir de este testimonio se pueden obtener algunas características de los “escabecheros o mozos de cordel”, perfectamente diferenciados de los marineros y con una actividad quizás irregular pero no temporal. En primer lugar, destaca su origen foráneo; proceden de ciertas parroquias de los alrededores, donde tienen morada y residencia. También queda patente su debilidad numérica, de modo que sólo representan el 4,4% de la población total de la parroquia de Lavadores en 1845, su cifra es insignificante comparada con las 13.068 almas que vivían en la comarca de O Fragoso, antiguos ayuntamientos de Vigo, Bouzas y Lavadores, e incluso con los 5.100 habitantes del casco urbano y limítrofe feligresía de Santiago de Vigo. Por último, hay que destacar su vinculación con la tierra; aunque no sabemos con certeza si contaban con algunas pequeñas propiedades, en el expediente de la huelga de la sal se indica que abandonaron esa tarea por serle mucho más rentables los jornales agrarios; tanto ese documento como Taboada y Leal incidirán en su actividad de recoger el “angazo o estiércol de la mar”, esto no era exclusivo de los escabecheros, así como aprovechar los desperdicios del pescado como abono para la tierra. De lo hasta aquí expuesto, se concluye que no podemos hablar con propiedad de un proletariado, tal como lo entendemos desde finales del XIX, pero ello no obsta para que lo consideremos como un colectivo socioeconómicamente diferenciado, integrado dentro de la trama industrial viguesa y con una consciencia muy clara de cuales son sus intereses; es pues, un fermento que, al compás de la evolución histórica, sólo necesitará tiempo para madurar.
Para caracterizar la tendencia de la coyuntura económica en los últimos años del XVIII contamos únicamente con dos de los parámetros de medición: por un lado, los precios de soldadura de los cereales comercializados en la alhóndiga y de fin de año del vino, en serie menos completa, que el concejo ponía como referencia para el pago de rentas y tasaciones judiciales; por otro, la marcha del movimiento natural de la población que vive en la villa de Vigo. Otros indicios nos permitirán confirmar la impresión obtenida.
Al analizar la evolución de los precios medios pueden establecerse tres etapas muy claras: la primera, que se extiende de 1776 a 7794, caracterizada por el mantenimiento, o mejor ligera alza de los precios, que ya comienzan el despegue desde 1788; la segunda va hasta 1818, con unos valores fluctuantes pero siempre altos, destacándose individualmente 1800 y 1813-17; finalmente, y prorrogable hasta 1833, una última fase de vuelta a precios bajos. En cuanto a la población, de 1750 a 1800, la caída del crecimiento vegetativo es palpable desde 1765-69, con valores negativos en varios quinquenios, y lo que parece un inicio de recuperación en el último tramo de 1795-99. Nos encontramos, pues, ante una prolongada etapa depresiva, que entraría dentro de lo que en la Galicia atlántica se ha dado en llamar con acierto, “Fase larga de degradación y pauperización” de 1745-1812, caracterizada por la caída de la producción, alza trepidante de los precios, sobre todo desde 1790, y caída fulgurante del salario real; es la larga agonía del Antiguo Régimen económico y social.
Si descendemos a la corta duración, habría que destacar la fuerte subida de los precios de los granos y del vino que se produce desde 1795, superando en 1799 por vez primera los 16 rs. de media. En cuanto a la producción, en julio de 1797 y en mayo de 1799 el concejo de Vigo manda que se celebren rogativas en honor al Cristo de la Victoria, para que cese el tiempo lluvioso que impedía la siembra y conservación de los frutos; ya en enero de 1797 el procurador general de la villa, ante la escasez de granos que se experimentaba, intentó que se beneficiase al público una partida que había importado D. Norberto Velázquez Moreno como administrador de los hospitales militares de Vigo y Baiona. No se detecta en Vigo en esos dos años un alza de la mortalidad, mientras que en la península de O Morrazo sólo aumenta discretamente en 1799; este casi nulo impacto podría deberse a la importación de trigo foráneo, favorecido en Vigo por su condición de puerto de mar y por su dinámica actividad comercial. Finalmente, también el número de pobres acogidos en el hospital de Vigo que recibían por Navidades una limosna distribuida por el concejo en la década de 1790, pondrá de manifiesto que los años del 97 y de 99 se caracterizaron por las dificultades económicas.
Un último dato a tener en cuenta: en la evolución del volumen de sardina exportada desde el puerto de Vigo durante el corto período de 1796 a 1803, tanto en el año de 1797, segundo máximo, como en el del 99, se alcanzarán cifras importantes, de ahí que existiese tanto interés en asegurar el abastecimiento de la sal, ya que la demanda estaba garantizada.
Intentemos, finalmente, definir desde una perspectiva social e ideológica al Receptor de los Alfolíes vigueses D. Fco. X. Vázquez Varela. De sus orígenes apenas sabemos más que su fecha de nacimiento en 1754, sin embargo aunque no parece descender de ningún linaje noble conocido, él y algún otro hermano consiguieron labrarse una prestigiosa posición social y económica, de hecho en el padrón de riqueza de 1812 se sitúa en el 15º lugar, por encima de nobles y ricos burgueses, con un capital estimado de 133.062 rs., en que se valoran sus “bienes”, el otro concepto era “industria”. Su actividad como hombre de leyes la conocemos a través de sus intervenciones en los pleitos del juzgado ordinario de Bouzas, los expedientes de Vigo se han perdido, siendo uno de los letrados con mayor presencia en los últimos decenios del XVIII; así, en un sondeo realizado para los años 1784-86 es el que más aparece como abogado de partes junto con su colega Rúa y Montes, dedicándose preferentemente a las causas de naturaleza civil, las mejor remuneradas, por ser largas y complejas, mientras que en el decenio de 1785-95 es el asesor letrado más recurrido, sentenciando conforme a derecho casi un tercio de todos los litigios vistos en la pequeña audiencia de Bouzas. Por esas mismas fechas, se había convertido además en el asesor titular de Guerra y del Juzgado del Tercio Naval y Provincia de Vigo, así como también de la Administración General de Rentas.
Vázquez Varela, dentro de su lógico conservadurismo, no desdeñó entrar en otras actividades económicas, ajenas a su especialización profesional, pero en las que se obtenían interesantes ingresos. En 1789 se hace cargo de la Receptoría de los Alfolíes de la Sal de Vigo, llevaba anexa la de Cangas, y para ello precisó presentar un aval y seguro; salieron como fiadores, hipotecando sus bienes raíces, el hidalgo y rentista D. Cayetano Parada Pérez de Limia, la casa solar de A Pardaiña y tierras por valor de 2.790 rs., a quien conocía por haber sido juez de Bouzas en dos trienios, y el procurador de causas del mismo juzgado D. Juan Anto. Rivera; inmediatamente Vázquez Varela y su suegro D. Juan Anto. Fontenla extendían a favor de aquellos una escritura de contraseguro, presentando como garantia su mansión, con torre, de O Penedo (Freixeiro) y una huerta en el Cabo da Laxe, todo ello estimado en 30.000 dcs. Por si fuera poco, en 1793 establece una compañía comercial en sociedad con el ldo. Rodríguez Gimilio y D. Anto. Vilariño, este de Cangas; cada uno de los letrados aportaron 34.000 rs. y la mitad el mercader encargado de llevar el negocio de tráfico de géneros, liquidando beneficios cada dos años en razón de la parte de capital y un tercio del resto, pudiendo disolverse al finalizar cualquier ejercicio; aunque se trata de una compañía tradicional por tiempo limitado, revela la capacidad de iniciativa de nuestro abogado vigués.
Nada mejor para conocer su talante que trasladarnos a los críticos acontecimientos de finales de enero de 1809, cuando ante el avance de las tropas napoleónicas, el capitán de navío e hidalgo D. Juan de Villavicencio expresaba a varios vecinos “honrados” y representantes gremiales por él convocados:
“…, Manifestó su Señoría a todos como hecho notorio la conmoción obcurrida el Veinte y tres del Corriente en este pueblo entre mucbos de sus Vecinos y otros Varios Paysanos individuos de los Trozos de la Milicia Urbana Unidos con ellos diferentes mugeres, alegando unos y otros públicamente algunos desórdenes que experimentaban en el gobierno de este Pueblo con especialidad en las actuales circunstancias de que se Vehía amenazado y necesitaba defenderse con ardor por el amor de la Religión, de su Rey el Sor. Dn. Fernando VII y la Patria, nombrando en aquel entonces a su Señoría por Comandante Genl. Militar de esta Provincia de Tuy y otros oficios Repúblicos de Justicia que les pareció Combeniente para su subsistencia y bienestar”.
Este movimiento popular y espontáneo se había dirigido contra las autoridades y otros prohombres vigueses:
“;Y noticiosos de que en la misma conmoción se ha arrestado a las personas del Brigadier dn. Franco. de La Rocque Comandante que hera de las Armas, a dn. José Antonio Alonso Cairo, Juez Ordino. a Dn. Buenauentura Marcó del Pont Regidor; a Dn. José Lapeire y Dn. Pedro Arismendy y dn. Cándido su hijo que subsisten arrestados en la Fortaleza Militar del Castro, como el que dichos Procedimientos han sido subcitados por los Caudillatos que entonces se hallaban dentro de esta Villa pertenecientes a la Jurisdición de ella, la de la de Bouzas y Bayona, como la de Priegue, con varias Jentes Mugeres y hombres que pueden ser de las estantes de esta villa y pertenecientes a la Jurisdición de Marina.”
Los congregados confirmaron en el cargo a Villavicencio, luego escarnecido por haber firmado la rendición por orden del concejo, y escogieron una corporación provisional encabezada por el ldo. Vázquez Varela, quien dos días después dictaba un “auto de buen gobierno” repleto de medidas represivas: se estrecha la vigilancia sobre los forasteros, se desarma y desorganiza a los vecinos y deben reintegrarse los bienes tomados en el saqueo. Las penas adquieren una inusitada dureza: a los reincidentes en reunirse más allá de las ocho de la tarde se les castiga con ¡8 años de presidio! y:
“: Finalmente que toda persona sin excepción alguna que tenga en su casa Papeles, Ropas, Alajas o qualesquiera Dinero y Muebles de los extraídos o robados de las Casas Asaltadas por el Populacho en el día Lunes Veinte y tres de este mes, procure debolverlos y restituirlos por medio de Sacerdotes y dentro del preciso término de Veinte y Quatro oras después de la Publicación de esta determinación si fuese del vecindario de este pueblo y de quarenta y ocho de sus Arrabales y Feligresías inmediatas, entregándolas y restituiéndolas a la Casa del Señor Presidente o de Qualqiera de los Señores Regidores y demas indibíduos de este Aiuntamiento vajo la pena ordinaria de muerte y que se le impondrá y ejecutará en la Plaza Principal de esta villa como también a los encubridores si dentro del expuesto término no lo delatasen:”
Completa estas medidas con el nombramiento de alcaldes de barrio de su confianza y ordena a los gremios que investiguen quiénes han sido los culpables, respondiendo sus mayordomos y el comandante del tercio naval, cuando los franceses estaban a sólo “40 pasos” de la Puerta da Gamboa, no tener noticias de la identidad de los alborotadores.
Vázquez Varela tuvo una destacada actuación durante la reconquista de Vigo, y ello le hizo acreedor de un gran prestigio entre sus paisanos, sin embargo su postura había sido abiertamente antipopulista y defensora del orden establecido. Ideológica y políticamente se situaba en el bando absolutista, por eso finalizada la guerra y con el retorno al trono de Fernando VII, se sucederán los ascensos en la carrera judicial.
No quisiera cerrar este conjunto de reflexiones sin antes apuntar una cuestión que me parece de importancia. Se ha venido señalando que las primeras revueltas en esta Galicia protoindustrial, dirigidas contra las artes y los almacenes de los fomentadores catalanes, tienen un carácter ludista en el sentido de destruir unos medios de producción que perjudicaban a los marineros, y que una parte fueron animadas o apoyadas por los sectores privilegiados del Antiguo Régimen, temerosos de perder su preeminencia social, como también se ha puesto de manifiesto en el asalto por una multitud de paisanos que sufrieron las reales fábricas de Sargadelos en 1798 . El conflicto de los descargadores de la sal vigueses no entraría dentro de este esquema y, si acaso, su actitud fáctica se aproximaría más a las huelgas protagonizadas a finales del XVIII por los operarios del arsenal ferrolano con motivo del impago de sus salarios.
Lejos de caer en un falso mecanicismo ahistórico, es preciso recordar que estos estibadores proceden todavía de un mundo rural que conserva muy arraigada una mentalidad secular distante en todo a la de los auténticos obreros fabriles de las urbes. Si la emigración es una respuesta a los desajustes estructurales, su estrategia ante los problemas más puntuales y específicos, como, pongamos por caso, una crisis de subsistencias, bascula -sin ser excluyente entre la sumisión, compañera del fatalismo, que se materializa en la venta de tierras para cubrir las deudas contraídas, y lo que podríamos llamar una beligerancia pasiva, plasmada primero en el silencioso rechazo a las reclamaciones de los prestatarios y rentistas y seguidamente en una, casi siempre infructuosa, batalla legal entablada en el marco de los juzgados ordinarios; en todo caso, siempre habrá tiempo para establecer una concordia amistosa o simplemente para reconocer el derecho que ampara al demandante. Aquí, creemos, se encuentra raíz de la negativa de concurrir a la descarga de la sal en Vigo; se trataría, pues, de una postura con honda raigambre tradicional en la cultura agraria y no, en el sentido estricto, una táctica reivindicativa de paro laboral propia de los obreros fabriles, que no se generaliza hasta los últimos decenios del XIX de la mano del asociacionismo proletario.
JUAN MIGUEL GONZALEZ FERNANDEZ extraído del Boletín del Instituto de Estudios Vigueses (Año I, Num I – 1995)